Este artículo pretende realizar un resumen del
Informe del Relator Especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Sr. Olivier De Schutter.
Este informe examina la forma en que los Estados pueden y deben
reorientar sus sistemas de explotación agrícola hacia modos de
producción que sean socialmente justos, más sostenibles desde el punto
de vista del medio ambiente, de gran productividad y sostenibilidad para
que contribuyan a dar efectividad gradualmente al derecho humano a una
alimentación adecuada.
Basándose en un extenso examen de las publicaciones científicas especializadas divulgadas en los últimos cinco años, el Relator Especial concluye que la
agroecología ha demostrado resultados para avanzar
rápidamente hacia la concreción del
derecho a la alimentación para muchos grupos
vulnerables en varios países y entornos. La agroecología ofrece
ventajas que se complementan con enfoques convencionales más conocidos,
como la selección genética de variedades de alto rendimiento, y
contribuye enormemente al desarrollo económico más amplio.
Es
posible crear un entorno propicio para esos modos de producción
sostenibles mediante
políticas públicas adecuadas, entre las que se
incluyen: dar prioridad, en el
gasto público, a la contratación de
bienes públicos, en lugar de limitarse a ofrecer subvenciones a los
insumos; invertir en el conocimiento mediante la reinversión en
investigación agrícola y servicios de extensión; invertir en formas de
organización social que fomenten las asociaciones, como las escuelas
rurales para agricultores y las redes de colaboración de los movimientos
de agricultores encaminadas a la innovación; invertir en investigación
agrícola y sistemas de extensión;
empoderar a las mujeres; y crear un
entorno macroeconómico propicio, por ejemplo poniendo en contacto las
explotaciones agrícolas sostenibles con los
mercados justos.
Las
comparaciones entre países indican que el crecimiento del PIB logrado
gracias a la
agricultura es por lo menos dos veces más
eficaz para
reducir la
pobreza que el que se origina en otros sectores. Ahora bien,
para lograr ese objetivo algunas inversiones son más eficaces que otras.
Los efectos multiplicadores son significativamente más altos cuando el
mecanismo de activación del crecimiento es el aumento de los ingresos de
los pequeños productores, que estimula la demanda de bienes y servicios
de los vendedores y proveedores de servicios locales. Cuando los
latifundios aumentan sus ingresos, la mayor parte de éstos se gastan en
insumos y maquinaria importados, y sólo llega a los comerciantes locales
una parte mucho menor. Únicamente el apoyo a los pequeños productores
puede contribuir a romper el círculo vicioso que lleva de la pobreza
rural a la expansión de los tugurios urbanos, y en el que la pobreza
genera más pobreza.
En el pasado, los métodos de la
Revolución Verde se dirigieron
principalmente a incrementar las cosechas de cereales. Ahora bien, el
arroz, el trigo y el maíz son ante todo fuentes de hidratos de carbono:
contienen relativamente poca proteína y sólo algunos de los demás
nutrientes esenciales para una dieta adecuada. De ahí que en muchos
países en desarrollo el cambio de sistemas de cultivos diversificados a
sistemas simplificados centrados en los cereales haya contribuido a la
malnutrición por falta de micronutrientes. Los nutricionistas insisten
cada vez más en la necesidad de contar con sistemas agroecológicos más
variados que propicien sistemas de explotación agrícola con una
producción de nutrientes más diversificada.
Los
sistemas alimentarios deben garantizar la disponibilidad de alimentos
para todos. Las estimaciones más citadas señalan que para 2050 debería
alcanzarse un aumento general de la producción agrícola de un 70%,
teniendo en cuenta el crecimiento demográfico, así como los cambios en
la composición de las dietas y los niveles de consumo asociados con la
creciente urbanización y el aumento de los ingresos de los hogares. Esta
estimación debe ponerse en
perspectiva ya que da por sentadas
las actuales curvas de demanda, y hay razones que nos permiten pensar
que es necesario actuar también del lado de la oferta:
- Casi la mitad de la producción de cereales del mundo se utiliza actualmente para producir pienso,
y se prevé que el consumo de carne aumente de 37,4 a 52 kg/persona/año
entre los años 2000 y 2050, por lo que es posible que para mediados de
siglo el 50% de la producción total de cereales se destine a aumentar la
producción de carne. Para atender a ese aumento de las necesidades
podría ser deseable reasignar al consumo humano los cereales utilizados
para producir pienso en los países desarrollados, donde el exceso de
consumo de proteína animal es una fuente de problemas de salud pública,
al tiempo que se desarrollan piensos alternativos basados en las nuevas
tecnologías, incluidas las de tratamiento de los residuos y los
desechos. Se estima que la pérdida de calorías que se deriva de
alimentar a los animales con cereales en lugar de utilizar los cereales
directamente como alimento humano equivale a la necesidad anual de
calorías de más de 3.500 millones de personas.
- Las pérdidas de alimentos en el terreno (entre la siembra y la cosecha) debidas a las plagas y los agentes patógenos pueden alcanzar entre un 20% y un 40% de la cosecha potencial de los países en desarrollo.
- La media de pérdidas posteriores a la cosecha causadas por un
almacenamiento y una conservación inadecuados es como mínimo de un 12%, y
hasta de un 50% en el caso de las frutas y las hortalizas.
- Como resultado de las políticas tendentes a promover la producción y el empleo de agrocombustibles,
la reorientación de los cultivos de la satisfacción de las necesidades
alimentarias hacia la satisfacción de las necesidades energéticas
contribuye a aumentar la presión sobre los insumos agrícolas.
Agroecología:
La
agroecología es a la vez una ciencia y un conjunto de prácticas. Fue creada por la convergencia de dos disciplinas científicas: la
agronomía y la
ecología.
Como ciencia, la agroecología es la "aplicación de la ciencia ecológica
al estudio, el diseño y la gestión de agroecosistemas sostenibles".
Como conjunto de prácticas agrícolas, la agroecología busca formas de
mejorar los sistemas de explotación agrícola imitando los procesos
naturales, creando así
sinergias e
interacciones biológicas propicias entre los componentes del agroecosistema. Proporciona las condiciones
edafológicas más favorables para el crecimiento vegetal, en particular mediante la gestión de la
materia orgánica y el aumento de la
actividad biótica
del suelo. Entre los principios básicos de la agroecología destacan los
siguientes: reciclar los nutrientes y la energía de la explotación
agrícola, en lugar de introducir insumos externos; integrar los cultivos
y la cría de ganado; diversificar las especies y los recursos genéticos
de los agroecosistemas en el transcurso del tiempo y en el espacio; y
centrar la atención en las interacciones y la productividad de todo el
sistema agrícola y no en especies individuales. La gestión integrada de
los nutrientes concilia la necesidad de fijar el
nitrógeno en los sistemas de explotación agrícola con la importación de
fuentes orgánicas e inorgánicas de nutrientes y la reducción de la
pérdida de nutrientes mediante el control de la erosión.
La
agroforestería incorpora
los árboles multifuncionales en los sistemas de explotación agrícola.
En Tanzanía la agroforestería ha permitido rehabilitar 350.000 hectáreas
de tierra en las provincias occidentales de Shinyanga y Tabora, y en
otros países, como Malawi, Mozambique y Zambia, se están desarrollando
proyectos similares a gran escala. La captación de agua en las zonas
secas permite el cultivo de tierras antes abandonadas y degradadas y
mejora la productividad del agua utilizada en los cultivos. En el África
Occidental, las barreras de piedra levantadas a lo largo de los campos
de cultivo frenan el agua de escorrentía durante la estación lluviosa,
lo que permite mejorar la humedad del suelo, reponer las capas freáticas
y reducir la erosión. La capacidad de retención de agua se multiplica
entre 5 y 10 veces y la producción de biomasa entre 10 y 15 veces, y la
hierba que crece después de las lluvias a lo largo de las barreras de
piedra puede servir para alimentar al ganado. La integración de la cría
de animales —ganado lechero, cerdos y aves de corral— en los sistemas de
explotación agrícola constituye una fuente de proteínas para las
familias, así como una forma de fertilizar los suelos; lo mismo ocurre
con la incorporación de peces, camarones y otros recursos acuáticos en
los sistemas de explotación agrícola, por ejemplo en los arrozales de
regadío y los estanques de peces.
En un estudio sobre
las posibilidades de estas técnicas, quizá el más sistemático hasta la
fecha, Jules Pretty y otros compararon los efectos de 286 proyectos
recientes de agricultura sostenible aplicados en 57 países pobres en una
superficie total de 37 millones de hectáreas (el 3% de la superficie
cultivada en los países en desarrollo). Concluyeron que esas
intervenciones habían aumentado la productividad de 12,6 millones de
explotaciones agrícolas, con un
aumento medio de la cosecha del 79%, a
la vez que habían mejorado la oferta de servicios ambientales
esenciales.
En el informe se pueden ver también, sobre técnicas agrícolas beneficiosas, e
n
Kenya, investigadores y agricultores desarrollaron la estrategia de
"atracción-expulsión" para controlar las malas hierbas parasitarias y
los insectos
que dañan los cultivos, que duplica
los rendimientos del maíz y la producción de leche
mejorando el suelo. La estrategia consiste en "expulsar" las plagas
que atacan el maíz, sembrando el maíz junto con otros cultivos que
repelen a los insectos, como el Desmodium,
"atrayéndolas" al mismo tiempo hacia pequeñas parcelas de pasto
elefante, planta que excreta una goma pegajosa que atrae y atrapa a las
plagas. El Desmodium puede utilizarse como
forraje para el ganado. La estrategia de "atracción-expulsión" duplica
los rendimientos del maíz y la producción de leche y, al mismo tiempo,
mejora el suelo. En Japón, los agricultores descubrieron que los patos y
los peces eran tan eficaces como los plaguicidas para el control de los
insectos en los arrozales, a la vez que proporcionaban proteínas
adicionales para sus familias. Los patos comen malas hierbas y sus
semillas, insectos y otras plagas, reduciendo así la mano de obra
necesaria para desherbar, tarea que de otro modo tendría que ser
realizada manualmente por las mujeres, y sus excrementos proporcionan
nutrientes para las plantas. El sistema ha sido adoptado en China, la
India y Filipinas. En Bangladesh, el Instituto International de
Investigación sobre el Arroz registró un aumento del 20% de los
rendimientos de las cosechas, y los ingresos netos, descontados los
costos en efectivo, han aumentado en un 80%.
Plantando
árboles que toman nitrógeno del aire y lo "fijan" en sus hojas, que
posteriormente se incorporan al suelo. Es lo que, en esencia, se
consigue con la siembra de la Faidherbia albida, especie de acacia de
fijación de nitrógeno originaria de África y extendida por todo el
continente. Como este árbol pasa por un período de reposo vegetativo y
se despoja de su follaje a principios de la estación lluviosa cuando
están empezando a crecer los cultivos en los campos, no compite de
manera significativa por la luz, los nutrientes o el agua con los
cultivos durante la temporada de crecimiento; en cambio, permite un
aumento considerable de los rendimientos del maíz con el que se combina,
en particular en condiciones de baja fertilidad del suelo. En Zambia,
el maíz no fertilizado plantado bajo los árboles de Faidherbia tuvo un
rendimiento medio de 4,1 t/ha, frente a las 1,3 t/ha que se obtenían
cuando se plantaba cerca pero no debajo de las copas de los árboles.
Participación y politicas públicas
La
participación de los agricultores es vital para el éxito de las
prácticas agroecológicas. Hasta ahora la agroecología ha sido
desarrollada por organizaciones comunitarias y organizaciones no
gubernamentales, y se ha propagado a través de las escuelas rurales para
agricultores y los movimientos de agricultores, como el movimiento
Campesino a Campesino en América Central. Cada día se expande más la
experiencia con técnicas agroecológicas en las
redes de colaboración entre campesinos.
Se ha demostrado que las
escuelas rurales
para agricultores reducen significativamente la cantidad de plaguicidas
utilizados, ya que los conocimientos adquiridos permiten sustituir
insumos. El Estado puede consolidar esos esfuerzos al prestarles su
apoyo. La propagación de la agroecología con el fin de maximizar sus
efectos positivos sobre la
productividad, el
medio ambiente y los
ingresos de los agricultores
entraña una dimensión horizontal, el aumento de las superficies
cultivadas con técnicas agroecológicas, y una dimensión vertical, la
creación de un marco propicio para los agricultores. Entre las formas
innovadoras de garantizar la expansión horizontal se destacan la
estrategia de "propagación experimental". La estrategia se basa en la
determinación de zonas de prueba para la propagación, el establecimiento
de
"plataformas de propagación", la formación de "equipos de
cambio" y la selección de asociados, que incluyen desde organizaciones
comunitarias hasta empresas privadas. Las zonas donde la adopción de la
agroecología tiene mayor potencial pueden determinarse más fácilmente,
sobre la base de criterios biofísicos, con sistemas de información
geográfica (SIG), como los que se han utilizado en Europa y en el África
Meridional para determinar las zonas idóneas para ampliar los sistemas
agroforestales.
Las estructuras de incentivos que crean
esas políticas para fomentar el cambio hacia una agricultura sostenible
deben ser objeto de un proceso de pruebas y reevaluaciones periódicas
en el que participen los beneficiarios y que transforme la política en
un modo de "
aprendizaje social más que un ejercicio de autoridad
política". El movimiento hacia la agroecología debe basarse en los
propios agricultores, que son sus principales beneficiarios. Las
técnicas agroecológicas se difunden mejor de agricultor a agricultor, ya
que suelen estar concebidas para una zona agroecológica determinada.
La agroecología es un sector de
alta densidad de conocimientos,
basado en técnicas que no se imponen desde arriba sino que se
desarrollan a partir de los conocimientos y la experimentación de los
agricultores. Requiere que las comunidades de agricultores adquieran
conocimientos ecológicos y desarrollen su capacidad para adoptar
decisiones. Las inversiones en actividades de extensión e investigación
agrícola son esenciales en este sentido. Si bien el gasto agrícola,
junto con el gasto público en educación, salud y carreteras, es uno de
los cuatro factores que más contribuyen a aumentar el bienestar rural,
en los países en desarrollo la
investigación agrícola es el factor que más incide globalmente en la pobreza y la productividad agrícola.